martes, 1 de mayo de 2012

Bernini: Apolo y Dafne.

Apolo y Dafne.

Bernini

Museo-Galería Borghese. Roma

1624.


Se trata de una escultura en mármol realizada por Gian Lorenzo Bernini, una de las figuras más representativas del periodo Barroco, pues no sólo fue un escultor extraordinario, equiparable a Miguel Ángel, sino además un excelente arquitecto y una de las figuras más importantes de toda la Historia del arte.

La pieza responde a las características que definen el arte Barroco, pues está definida por su sentido del movimiento, su expresividad y la exageración un poco teatral que demuestran sus personajes.

En esta obra es muy importante conocer el tema que se representa, lo que se llama la iconografía, porque así valoraremos mejor el trabajo artístico. Es un tema mitológico, es decir que tiene que ver con la mitología clásica, la de Grecia y Roma. Se representan dos personajes: Apolo, Dios de la belleza, y Dafne, una ninfa maravillosa amada por Apolo. Pero el amor no es correspondido, es más, sobre ella cae la maldición impuesta por su padre de que si el dios la toca, la bella muchacha se transformará en una planta de laurel. Pero Apolo no puede reprimir su deseo por tomarla y la acosa insistentemente, hasta que finalmente la alcanza y en ese momento se consuma la maldición.

Justo es ese instante el que representa Bernini en su escultura, procurando reproducir el momento justo en el que se materializa la transformación de la muchacha en planta. Por eso tiene tanta importancia en esta escultura la representación del movimiento y la expresividad de los personajes, que no salen de su asombro, Apolo de ver cómo su amada se ha transformado en árbol, y ella de sentir su metamorfosis.

Ambos corren despavoridos, uno persiguiendo a la ninfa, la otra huyendo de él, y ese sentido del movimiento se consigue plenamente sobre todo a través de la composición de la obra: si miramos los brazos vemos cómo se disponen formando como las aspas de un molino, unos en alto, otros abajo; uno adelante, otro atrás. Si miramos las piernas observamos también que se mueven danzarinas; si miramos los cuerpos vemos que se arquean uno delante del otro; incluso advertimos que se abalanza el uno sobre el otro dando así más sensación de acoso; si atendemos a las ropas y los cabellos, igualmente se agitan envueltos por la prisa de la carrera, y todo ello culminado al final,por ese instante preciso y único en el que la mano de Apolo se posa sobre la cadera de Dafne y comienza a materializarse la maldición, de tal forma que sobre el bello cuerpo de Dafne empiezan a surgir las primeras cortezas del tronco del árbol en que se empieza a convertir y a surgir los primeros tallos de sus dedos y las primeras flores de sus uñas.

La expresión boquiabierta y teatral contribuye a completar la escena dramática y prodigiosa.

Es así como Bernini ha conseguido plasmar tan claramente el episodio mitológico de Apolo y Dafne, dándole al arte una extraordinaria capacidad narrativa. Pero la grandeza de la escultura va más allá de su perfecta reproducción del tema. Porque por encima de todo, el Apolo y Dafne de Bernini es una escultura bellísima. Y si no, véase la finura del mármol, tan maravillosamente pulido, la belleza de Dafne, sensual y delicada como pocas esculturas, y la gracilidad del conjunto, tan difícil de superar. La obra al fin y al cabo es una metáfora del amor imposible, y sólo atendiendo a tanta belleza podemos comprender la enorme frustración de Apolo.

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