viernes, 21 de agosto de 2015

EL ENFERMO IMAGINARIO - Molière

EL ENFERMO IMAGINARIO
de Moliere


Personajes:

ARGAN, enfermo imaginario
BELINA, segunda esposa de Argán
ANGELICA, hija de Argán,           enamorada de Cleanto,
DR. PURGON, médico de Argán.
LUISITA, hermana pequeña de Angélica
BUENAFE, notario
BERALDA, hermana de Argán
TOÑITA, sirvienta
CLEANTO, enamorado de Angélica
DIARREICUS, médico
TOMAS DIARREICUS, su hijo, pretendiente de Angélica.



La acción transcurre en Paris.

Luces de candilejas. 3 golpes. Se coloca el elenco y baila como reloj entre saludos y cadenas. Entre ellos, y a público, cada uno se va, y Argan ocupa su lugar. 3 golpes y empieza.

ACTO PRIMERO



ARGAN: (Solo en la escena y sentado ante una mesa repasa - ayudandose con fichas - diferentes notas de gastos de su boticario, mientras habla consigo mismo) - Tres y dos, cinco, y cinco, diez, y diez, veinte soles. “Item, el dia veinticuatro, un preparativo para ablandar, humedecer y refrescar las entrañas del señor”. Lo que mas me gusta del señor Fleurant, mi boticario, es que sus facturas son siempre muy corteses: pero no basta con ser cortes; hay que ser tambien razonable y no desplumar a los enfermos. ¡Mira lo que cobra! Otras facturas me habia cobrado las lavativas solo la mitad. “Item, el dia veinticinco, una excelente medicina purgativa y fortificante, compuesta de pulpa fresca de caña y otros ingredientes, conforme a la receta del doctor Purgon, para expulsar y evacuar la bilis del señor: cuatro soles”. ¡Ah!, señor Fleurant, que burla; esto es querer vivir a costa de los enfermos. El doctor Purgon no le ha recetado tambien que me cobre cuatro soles. Que sean, pues, tres, y ya esta bien. “Item, el mismo dia, una pocion, inofensiva y astringente, para hacer descansar al señor”. “Item, el dia veintisiete, un eficaz medicamento compuesto expresamente para estimular la expulsion de los malos humores del señor: tres soles”. Me complace que sea razonable. “Item, el dia veintiocho, un suero lacteo, clarificado y edulcorado, para suavizar y refrescar la sangre del señor, todo segun prescripcion: cinco soles”. ¡Ah, señor Fleurant, un poquito mas de moderacion, si gusta! Cobrando asi nadie va a querer ponerse enfermo. Veamos: veinte y cuarenta; tres y dos, cinco, y cinco, diez, y diez, veinte. En total: sesenta y tres soles. Asi, pues, este mes he tomado ocho medicamentos, amen de una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once y doce lavativas. El mes pasado fueron doce medicamentos y veinte lavativas. No me extraña que no me encuentre tan bien en este mes como en el anterior. Se lo dire al doctor Purgon, para que ponga remedio. Vamos, que se lleven todo esto. (Viendo que nadie acude y que ninguno de sus criados parece oirle) No hay nadie cerca de mi. En vano me canso de decirles que no me dejen nunca solo; no hay forma de hacer que permanezcan siempre al alcance de mi voz. (Tras tocar una campanilla colocada sobre la mesa) Lo dicho, no me oyen, y esta maldita campanilla no suena lo suficiente. ¡Tilin, tilin, tilin! Nada.¡Tilin, tilin, tilin! Como si se hubieran vuelto sordos. Toñitaaaaa...Me va a dar un ataque de rabia. (Dejando de agitar la campanilla y gritando con todas sus fuerzas) ¿Como es posible que dejen completamente abandonado a un pobre enfermo? ¡Oh, Dios mio, van a dejarme morir aqui, solo! ¡Tilin, tilin, tilin!
TOÑITA: (Al entrar) ¿Que hay?
ARGAN: ¿No oias?
TOÑITA: (Fingiendo haberse dado un golpe en la cabeza) ¡Que impaciente es usted! Siempre con tanta prisa que me he dado un cabezazo contra el saliente de un postigo.
ARGAN: (Furioso) ¡Hace una ...
TOÑITA: (Interrumpiendole) ¡Ay!
ARGAN: ...hora que...
TOÑITA: ¡Ay!
ARGAN: ...te estoy...
TOÑITA: ¡Ay!
ARGAN: ¡Calla, bribona, y deja que te riña!
TOÑITA: ¿Como? ¡Lo que faltaba despues de lo que me ha pasado!
ARGAN: ¡Me has hecho desgañitar!
TOÑITA: Y usted me ha hecho romper la cabeza. Lo uno por lo otro. Estamos en paz.
ARGAN: ¿Que dices?
TOÑITA: Que si me regaña, llorare.
ARGAN: ¡Dejarme abandonado de este modo!
TOÑITA: (Interrumpiendolo de nuevo) ¡Ay, ay!
ARGAN: ¿Como? ¿Tendré que privarme del placer de reñirte?
TOÑITA: Riñame hasta que se harte.
ARGAN: ¿Como, si no me dejas hacerlo, interrumpiendome a cada palabra?
TOÑITA: Pero si quiere darse el gusto de reñirme, debo tener yo el derecho de llorar. A cada uno lo suyo, y creo que no es pedir demasiado. ¡Ay!
ARGAN: Quitame enseguida todo lo que me estorba. (Una vez ya incorporado) ¿Ha obrado bien mi lavativa de hoy?
TOÑITA: ¿Vuestra lavativa?
ARGAN: Si. ¿He echado mucha bilis?
TOÑITA: La verdad, yo no me meto en esos asuntos. Eso es cosa del señor boticario.
ARGAN: Que me preparen en seguida un caldo, para que se me administre otra lavativa, sin mas tardanzas.
TOÑITA: Ese doctor Purgon y ese boticario se divierten con su cuerpo y lo toman como una vaca lechera. Me gustaría poder preguntarle que enfermedad padece usted para que no cesen de atiborrarlo de potingues.
ARGAN:¡Callate, ignorante! ¿Como te atreves a criticar las prescripciones de la Medicina? Ve a llamar a mi hija; tengo que hablar con ella.
TOÑITA: Ahí llega, como si hubiera adivinado su pensamiento.
ARGAN: Llegas oportunamente; deseaba hablarte.


ANGELICA: Muy bien, os escucho.
ARGAN: Espera. (A TOÑITA) Dame mi bastón. Volveré en seguida.
TOÑITA: De prisa, señor, de prisa. ¡Vaya trabajito que le da, con sus brebajes, el señor boticario!
ANGELICA: ¡Toñita!
TOÑITA: ¿Que?
ANGELICA: Mirame un poco.
TOÑITA: Te miro.
ANGELICA: ¡Toñita!
TOÑITA: ¿Que ocurre?
ANGELICA: ¿No adivinas de que quiero hablarte?
TOÑITA: Me lo figuro. De tu joven pretendiente. Porque, desde hace seis días, todas tus conversaciones no tienen otro tema. Y no te sientes bien si no hablas de el a toda hora.
ANGELICA: Y si lo sabes, ¿por que no eres la primera en sacarlos a colación? ¿Por que no me evitas la violencia de tener que ser siempre yo la que lo haga?
TOÑITA: Porque nunca me dejas. Tienes tal necesidad de hablar de el que es imposible tomarte la delantera.
ANGELICA: No me cansaría nunca de hablar de el. Por eso mi corazón aprovecha, todos los momentos que puedo franquearme contigo. ¿Te parecen censurables estos sentimientos míos?
TOÑITA: Eso es asunto tuyo.
ANGELICA: ¿Obro mal al entregarme a estos dulces pensamientos?
TOÑITA: Yo no he dicho eso.
ANGELICA. ¿Preferiríais que me mostrase insensible a los tiernos juramentos de la ardiente pasión que me testimonia?
TOÑITA: ¡Dios me valga!
ANGELICA: Dime entonces: ¿no crees, que ha habido, alguna misteriosa intervención del destino en la manera, tan imprevista, de habernos conocido?
TOÑITA: En efecto.
ANGELICA: ¿No es su aspecto encantadoramente varonil?
TOÑITA: Por supuesto.
ANGELICA: ¿Cabe expresarse con mayor pasión que como el lo hace?
TOÑITA: Imposible.
ANGELICA: ¿Crees de verdad que el me ama tanto como dice?
TOÑITA: ¡Ah, eso es harina de otro costal! Los juramentos y las demostraciones de amor hay que ponerlos en cuarentena. En esa materia hay siempre comediantes que saben fingir maravillosamente.
ANGELICA: ¿Como puedes pensar eso?
TOÑITA: En todo caso, pronto sabrás con certeza a que atenerte. ¿No te escribió ayer mismo que había decidido pedirte, sin mas demora, en matrimonio? Pues esa es la mejor prueba de que todo lo que te ha jurado es verdad.
ANGELICA: ¡Ay, Toñita! Si el me estuviera engañando, no volvería a creer jamas en ningún hombre.
TOÑITA: ¡Chist, tu padre!


ARGAN: (Sentandose en su sillón) Bien, hija mía, voy a darte una noticia que seguramente no esperas. Me han pedido tu mano. ¿Que ese eso? ¿Te ries? Es divertida, si, la palabra matrimonio, y siempre sorprende un poco a los jóvenes. Por lo que veo, no tengo siquiera que preguntarte si deseas casarte.
ANGELICA: Yo debo hacer todo cuanto quiera ordenarme.
ARGAN: Me complace sobre manera tener una hija tan obediente, porque te he prometido ya.
 ANGELICA. Mi deber es acatar a ojos cerrados todos sus deseos.
ARGAN: Mi mujer, tu madrastra, deseaba que te hiciese entrar en un convento, lo mismo que a tu hermanita.
TOÑITA: (Aparte) ¡No le falta motivos para desearlo!
ARGAN: Ella no quería dar su consentimiento a este matrimonio; pero yo me he salido con la mía y he concedido ya tu mano.
ANGELICA: ¡Ah, padre mio, no se como agradecerle sus desvelos por mi!
TOÑITA: (A Argan) Es la decisión mas sensata que ha tomado en toda su vida.
ARGAN: No he visto aun al pretendiente, pero se me ha asegurado que sera de mi agrado y tambien del tuyo, hija.
ANGELICA: Lo se muy bien, padre.
ARGAN: ¿Como? ¿Lo has visto acaso alguna vez?
ANGELICA: No le ocultare que el azar ha querido que nos conociésemos hace precisamente seis días y que la petición que se le ha hecho obedece a la inclinación que sentimos recíprocamente desde el mismo momento en que nos vimos.
ARGAN: Me congratula saberlo. Me han dicho que se trata de un apuesto mozo.
ANGELICA: Asi es, padre mio.
ARGAN: De inmejorable porte.
ANGELICA: Sin la menor duda.
ARGAN: Muy juicioso y de buena familia.
ANGELICA: Asi lo creo.
ARGAN: Elegante y cultivado.
ANGELICA: Eso se ve a primera vista.
ARGAN: Que habla excelentemente laten y griego.
ANGELICA: Eso si que no lo sabia.
ARGAN: Y que esta a punto de recibir su doctorado en medicina.
ANGELICA: ¿El, padre mio?
ARGAN: Si, ¿es que acaso no te lo ha dicho?
ANGELICA: No, ¿quien se lo ha dicho a Ud?
ARGAN: El doctor Purgon
ANGELICA: ¿Lo conoce?
ARGAN: Es su sobrino.
ANGELICA: ¿Cleanto es sobrino del doctor Purgon?
ARGAN: ¿Cleanto? ¿Que Cleanto? Te estoy hablando del joven para quien me han pedido tu mano? Se llama Tomas y no Cleanto, y mañana vendrá aqui con su padre. Pero, ¿que te pasa que pareces como pasmada?
ANGELICA: Lo estoy, padre mio, porque veo que hablaba de una persona, mientras yo creía que se referia a otra.
TOÑITA: ¿Con todas sus riquezas, piensa en casar a su hija con un simple medicastro?
ARGAN: ¡Callate! ¿Quien te ha dado vela en este entierro?
TOÑITA: ¡Santo Cielo! No se acalore de ese modo. ¿Es que no podemos hablar razonablemente? ¿Que razones tiene para desear ese matrimonio?


ARGAN: La razón principal es que, viendo lo achacoso y enfermo que me encuentro, quiero tener un yerno que sea medico, que pueda cuidar de mi salud, y no andar yo siempre pagando visitas y recetas.
TOÑITA: Pero digame, señor, ¿cree de verdad estar enfermo?
ARGAN: ¿Como te atreves a preguntarme si estoy enfermo? ¡Si saber yo lo enfermo que estoy!
TOÑITA: De acuerdo, señor, estáis enfermo. Pero su hija, para casarse, necesita un marido, y como ella no esta enferma, maldita la falta que le hace desposarse con un medico.
ARGAN: Si le doy por marido a un medico es porque yo lo necesito. Y mi hija debería sentirse dichosa de casarse con quien pueda resultar beneficioso para la salud de su padre.
TOÑITA: ¿Me permite un consejo?
ARGAN: ¿Y cual es ese consejo que tienes el atrevimiento de querer darme?
TOÑITA: No piense mas en ese casamiento.
ARGAN: ¿Y por que razón?
TOÑITA: Porque su hija no accederá a su proyecto.
ARGAN: ¿Que no accederá?
TOÑITA: No.
ARGAN: ¿Mi propia hija?
TOÑITA: Si, su propia hija.
ARGAN: Este casamiento es mas ventajoso de lo que pueda parecer. El doctor Diarreicus, su padre, tiene por único heredero a ese hijo. Y, por su parte, el doctor Purgon, que no tiene mujer ni hijos, dejara toda su fortuna a su sobrino y a mi hija, si el casamiento se lleva a efecto. Y el doctor Purgon es un hombre que posee sus buenos ocho mil francos de renta anuales. 
TOÑITA: Mucha gente tiene que haber matado, para enriquecerse tanto.
ARGAN: Ocho mi francos de renta no son nada despreciables, sin contar con la fortuna del padre.
TOÑITA: Todo eso esta muy bien, señor, pero vuelvo a decirle que siga mi consejo y deje a su hija escoger marido.
ARGAN: He dado mi palabra y estoy resuelto a que mi hija me obedezca.
TOÑITA: Y yo le repito que estoy segura de que no lo hará.
ARGAN: La obligare, si fuera preciso.
TOÑITA: Perderá el tiempo.
ARGAN: Me obedecerá o la meteré a un convento.
TOÑITA: ¿Usted?
ARGAN: Si, yo.
TOÑITA: Bueno.
ARGAN: ¿Que quiere decir ese “bueno”?
TOÑITA: Quiere decir que no la meterá en ningún convento.
ARGAN: ¿Que no la meteré en ningún convento?
TOÑITA: No.
ARGAN: ¿No?
TOÑITA: No.
ARGAN: ¡Vamos! Tiene gracia la cosa. ¿Asi que no podre meter a mi hija en un convento, si ese es mi deseo?
TOÑITA: Ya le he dicho y redicho que no.


ARGAN: ¿Y quien me lo impedirá?
TOÑITA: Usted mismo.
ARGAN: ¿Yo?
TOÑITA: Si. No tendrá corazón para hacerlo.
ARGAN: Lo tendré.
TOÑITA: Bromea.
ARGAN: No bromeo.
TOÑITA: La ternura paternal podrá mas que su enfado.
ARGAN: No me dejare ablandar por nada.
TOÑITA: Unas cuantas lagrimitas, unos brazos que le rodearan el cuello y un “papaito querido”, dicho cariñosamente, seran mas que suficientes para conmoverlo.
ARGAN: Todo eso sera inutil.
TOÑITA: ¡Si, si! Ya lo veremos.
ARGAN: Te repito que nada podra hacer cambiar mi decision.
TOÑITA: Usted es bueno por naturaleza.
ARGAN: Se ser malo cuando quiero.
TOÑITA: Bien, señor, calma; no se olvide que esta enfermo.
ARGAN: Enterate bien; ordeno terminantemente a mi hija que se disponga a tomar por marido el que yo le he elegido.
TOÑITA: Y yo le prohibo terminantemente que haga tal desatino.
ARGAN: ¿Como te atreves, bribona, tu, que no eres mas que la criada, a hablar asi a tu amo?
TOÑITA: Cuando un amo no sabe lo que hace, una sirvienta sensata tiene derecho a decirselo.
ARGAN: ¡Yo te enseñare a cerrar tu pico!
ANGELICA: Por favor, padre mio, piense que puede agravar su enfermedad.
ARGAN: (Desplomandose, exhausto) ¡Ah, Dios mio! ¡No puedo mas! Van a acabar conmigo.   (Angelica y Toñita salen y Argan queda solo un instante).(Luego entre Belina).
BELINA: ¿Que te pasa, maridito mio?
ARGAN: Necesito tu ayuda.
BELINA: ¿Que te ocurre, hijito?
ARGAN: Tu bribona de Toñita, que se ha mostrado mas insolente que nunca.
BELINA: Por favor, no vuelvas a acalorarte.
ARGAN: Me ha enfurecido, mujercita mia.
BELINA: Bueno, hijito, calmate, ya paso.
ARGAN: Ha estado una hora contradiciendome y oponiendose a mis deseos.
BELINA: Bien, bien, tranquilizate.
ARGAN: Y ha tenido el descaro de decirme que no estoy enfermo.
BELINA: ¡Ay, que insolencia!
ARGAN: Tu sabes como es, tesoro mio.
BELINA: Si, mi corazon, lo se y ha obrado muy mal.
ARGAN: Esa bribona me matara, alma mia.
BELINA: Bueno, bueno, no sera tanto.
ARGAN: Es la culpable de toda la bilis que tengo.
BELINA: Vamos, no lo tomes tan a pecho.
ARGAN: Te he rogado ya mil veces que la eches a la calle.


BELINA: ¡Dios mio, hijito, eso es muy facil de decir! No existe sirvienta que no tenga algun defecto. Toñita es habil, cuidadosa, diligente y, sobre todo, fiel. Y ya sabes que hoy dia hay que andar con mucho tiento cuando se trata de encontrar servidumbre. (Llamando) ¡Toñita!
TOÑITA: (Apareciendo) Señora...
BELINA: ¿Por que estas siempre encolerizando a mi marido?
TOÑITA: (Con tono meloso) ¿Yo, señora? No se de que me habla.
ARGAN: ¡Ah, desvergonzada!
TOÑITA: Nos ha dicho que queria casar a la señorita con el hijo del señor Diarreicus, y yo le he contestado que me parecia un partido muy ventajoso para ella, pero que, a mi modo de ver, haria mejor metiendola en un convento.
BELINA: (A su marido) Creo que tiene razon.
ARGAN: ¿Como, amor mio, es posible que creas a esa deslamada? Se ha hartado de decirme insolencias.
BELINA: Calmaos. (A Toñita) Si vuelves a irritar a mi marido, te echare a la calle. (A su marido) Vamos, ponte bien el gorro. No hay nada mejor para atrapar un catarro que el aire que entra por los oidos.
ARGAN: ¡Ah, cariñito mio, cuanto te agradezco todos los desvelos que te tomas por mi!
BELINA: (Arreglando las almohadas de su marido) Levantate un momento. Voy a ponerte esta almohada debajo, esta otra al lado, esta otra para que apoyes bien la espalda, y esta otra para que te sostenga la cabeza.
TOÑITA: (Colocando, con brusquedad, una almohada sobre la cabeza de Argan) Y esta, para protegerlo del sereno.
ARGAN: (Levantandose, encolerizado, y arrojando la almohada a Toñita, que se va corriendo) ¡Queria ahogarme!
BELINA: ¿Que es lo que haces? Vamos, acuestate.
ARGAN: (Desplomandose en la cama) ¡Ay! No puedo mas.
BELINA: Pero, ¿por que te exaltas asi? Toñita creia que te hacia un bien.
ARGAN: No conoces, amor mio, la maldad de esa picara. Me esta sacando siempre de quicio y necesitare mas de ocho nuevas medicaciones y una docena, al menos, de lavativas para reponerme.
BELINA: Vamos, vamos, querido, tranquilizate; eso es lo primero que necesitas.
ARGAN: Si, mi tesoro; solo tu sabes consolarme.
BELINA: ¡Pobre hijito mio!
ARGAN:Para agradecerte todo el amor que me muestras, quiero, como ya te lo he dicho, testar en tu favor, mi corazon.
BELINA: ¡Oh, por favor, esposo mio, no hablemos de eso! No puedo soportar tu pensamiento. Solo oirte hablar de testar me hace estremecer de dolor.
ARGAN: ¿Te has acordado de llamar a tu notario, como te lo dije?
BELINA: Espera ahi afuera; yo misma lo hice llamar.
ARGAN: Entonces, hazle entrar, mi amor.
BELINA: Te he obedecido a mi pesar, querido mio. Pero cuando se ama de verdad a su marido, todo esto es algo demasiado penoso para una esposa.
ARGAN: Adelante, señor Buenafe. Sientese, por favor. Mi mujer me ha dicho que es Ud un hombre muy integro y muy buen amigo suyo. Por eso le rogue que lo llamase para hablarle de un testamento que es mi deseo hacer.


BELINA: ¡Dios mio, no me siento con fuerzas para oir hablar de esas cosas!
BUENAFE: Ya me ha explicado su intencion, señor, debo decirle que no puede dejarle nada, mediante testamento.
ARGAN: ¿Como es eso?
BUENAFE: Porque es lo admitido consuetudinariamente.
ARGAN: ¿Que?
BUENAFE:Por la costumbre. Si estuvieramos en un pais de derecho escrito, podria hacerse. Pero en el nuestro, seria nula toda disposicion en el sentido que desea. La unica donacion que pueden hacerse reciprocamente los conyuges es una donacion inter vivos, y, aun para eso, es preciso, que no existan hijos, ya sea de ambos conyuges o de uno cualquiera de ellos, al producirse el fallecimiento del premuriente.
ARGAN: ¡Vaya costumbre absurda que un marido no pueda dejar nada ala esposa que le ama tiernamente y que le cuida con tanta solicitud como la mia lo hace conmigo! Tal vez debiera consultar yo a mi abogado, para buscar alguna solucion.
BUENAFE: No creo que los abogados sean una solucion, ya que, por lo general, se muestran muy severos en esta materia, porque consideran que es un grave delito tratar de quebrantar las leyes. Son gentes escrupulosas que no quieren entender de particularidades ni de sutilezas de conciencia. Es mejor, en todo caso, dirigirse a personas mas acomodaticias y con recursos para sortear habilmente la ley; que saben hacer aparecer como justo lo prohibido y allanar las dificultades de un asunto encontrando el expediente adecuado para ello. Y de no ser asi, ¿en que situacion se encontrarian a diario muchas personas? Hay que facilitar las cosas, ya que, en caso contrario, no es posible conseguir nada y yo mismo consideraria que es inutil mi profesion.
ARGAN: Ya veo, señor, la razon que tenia mi mujer al asegurarme que era tan recto como habil. Digame, que podria hacer yo para privar de mi fortuna a mis hijos y dejarsela a ella.
BUENAFE: Puede, fingir un determinado numero de deudas, y decir que desea saldar a sus acreedores, los cuales haran de testaferros de su esposa, a la que entregaran una declaracion en la que afirmen que se prestaron a ello solo por hacerle un favor. E, igualmente, podeis entregar, en vida, a su esposa cuanto dinero posea en metalico o en valores al portador.
BELINA: (A su marido) ¡Oh, no, Dios mio, no quiero que se te atormente con todo eso! Si llegaras a faltarme, querido mio, yo no querria seguir viviendo.
ARGAN: ¡Amor mio!
BELINA: Si, cariño. Si tuviera la desgracia de perderte...
ARGAN: ¡Esposa adorada!
BELINA: ...te seguiria a la tumba, para probarte todo el amor que te tengo.
ARGAN: ¡Tesoro, me partes el corazon! No llores, te lo ruego.
BUENAFE: (A Belina) Esas lagrimas me parecen un poco prematuras. La cosa no ha llegado aun a tal extremo.
BELINA: ¡Ah, señor! No sabe lo que puede significar un marido al que se ama tiernamente.
ARGAN: Si me muero pronto, mi unica pena, querida mia, sera la de no haber tenido un hijo tuyo. Pero el doctor Purgon me ha dicho que el conseguira hacerme padre.
BUENAFE: Ese hijo puede llegar todavia, en efecto.


ARGAN: (A su mujer) Quiero, pues, firmar ese documento, en la forma que ha sugerido el señor notario. Pero, por lo pronto, voy a entregarte veinte mil francos, en oro, que tengo escondidos en el artesonado de mi alcoba, amen de dos pagares al portador debidamente firmados por el señor Damon y por el señor Gerante, respectivamente.
BELINA: No, no quiero siquiera oir hablar de eso... Pero..., ¿cuanto dices que tienes guardado en tu alcoba?
ARGAN: Veinte mil francos en oro, amor mio.
BELINA: No me hables de dinero, te lo suplico; dime solo a cuanto ascienden esos pagares.
ARGAN: Uno, cariño, a cuatro mil francos, y otro a seis mil.
BELINA: ¿Y que puede importarme lo que valgan? Todos los bienes de este mundo no valen para mi lo que tu.
BONNEFOY: (A Argan) ¿Quiere, pues, entonces, que redactemos este testamento?
ARGAN: Si, señor. Pero creo que lo haremos mejor, en mi despacho. (A su mujer) Tesoro mio, ayudame, por favor, a ir hasta alli.
BELINA: De mil amores, querido. (Salen los tres)
TOÑITA: Estan ahi dentro, con el notario, y les he oido hablar de firmar unos documentos. Tu madrastra no se duerme y estoy segura de que ha conseguido arrastrar a tu padre a hacer algo contra tus intereses.
ANGELICA: Que disponga de sus bienes a su antojo, con tal que deje en libertad mi corazon. Ya has visto, Toñita, como quieren violentarlo. Por favor, no me abandones en este apuro en que me veo.
TOÑITA: ¿Abandonarte, yo? Mas me valiera morir. Ya puede tu madrastra tratar de hacerme su confidente y de ganarme para su causa. Sabes que no he sentido nunca simpatia por ella y que he estado siempre de tu parte. Dejame, pues, hacer. Recurrire a todo para ayudarte. Pero, para hacerlo mas eficazmente, voy a cambiar de procedimientos, ocultando el interes que tengo por ti y fingiendo aprobar los proyectos de tu padre y de tu madrastra.
ANGELICA: Procura, te lo ruego, que Cleanto sea informado en seguida del casameinto que han concertado.
TOÑITA: Lo hare.








ACTO    SEGUNDO

TOÑITA: ¡Ah! ¿Es usted? ¡Vaya sorpresa! ¿Que es lo que le ha traido aqui?
CLEANTO: El deseo de saber mi suerte. Hablar con Angelica, para conocer sus sentimientos y preguntarle que ha decidido sobre el malhadado casamiento del que he sido informado.


TOÑITA: Le comprendo. Pero no es tan facil hablar, asi como asi, con la señorita. Porque ya sabra que se le tiene severamente vigilada y que no la dejan salir de casa ni hablar con nadie. Solo gracias a su tia obtuvimos permiso de ir al teatro donde la ha conocido; naturalmente, nos hemos guardado muy bien de hablar sobre ese feliz encuentro.
CLEANTO: Por eso no vengo aqui como el que soy, ni menos como pretendiente de Angelica, sino como amigo de su profesor de musica, de quien he logrado que permita sustituirle.
TOÑITA: Sigame.
ARGAN: (Sin ver a Toñita y creyendose, pues, solo) ...11, 12.  El doctor Purgon me ha prescrito que todas las mañanas pasee por mi alcoba, recorriendola de parte a parte, doce veces de ida y doce de vuelta. Pero he olvidado preguntarle si he de hacerlo a lo largo o a lo ancho.
TOÑITA: Señor, aqui esta...
ARGAN: ¡Habla mas bajo, bribona! Ya vienes a trastornarme la cabeza, sin tener en cuenta que a un enfermo no hay que hablarle nunca tan alto.
TOÑITA: Solo queria decirle...
ARGAN: Habla mas bajo, te digo.
TOÑITA: (Haciendo como si hablase) Señor...
ARGAN: ¿Que?
TOÑITA: Le decia... (Continuando en el mismo juego)
ARGAN: ¿Que dices? No te oigo.
TOÑITA: (Hablando normalmente) Digo que lo esta esperando un hombre que quiere hablarle.
ARGAN: Pues hazle entrar. (Toñita hace señas a Cleanto para que se acerce)
CLEANTO: Señor...
TOÑITA: (A Cleanto) No hables tan alto porque trastornas la cabeza al señor.   
CLEANTO: Señor, estoy encantado de verlo levantado y de que se encontre mucho mejor.
TOÑITA: (Fingiendo irritarse) ¿Como sabe que se encuentra mejor? Eso es falso. Mi amo sigue estando enfermo.
CLEANTO: Habia oido decir que el señor se encontraba mejor, y la verdad es que no puede tener mejor aspecto.
TOÑITA: ¿Que quieres decir con eso de “mejor aspecto”? El señor no puede tenerlo peor, y son unos insolentes los que han dicho que habia mejorado. La verdad es que jamas se ha encontrado tan mal.
ARGAN: (A Cleanto) Desgraciadamente, Toñita tiene razon.
TOÑITA: Anda, come, bebe y duerme como cualquier hijo de vecino; pero, a pesar de eso, esta muy enfermo.
ARGAN: Es cierto.
CLEANTO: Lo siento mucho, señor. Permitame que le diga el motivo de mi visita. Vengo de parte del profesor de canto de su hija, del que soy amigo intimo. Se ha visto obligado a ausentarse por unos dias y me envia para que lo reemplace, porque teme que, si se interrumpieran las lecciones, su hija olvidaria tal vez lo que ya ha aprendido.
ARGAN: Muy bien. (A Toñita) Llama a Angelica.
TOÑITA: Creo, señor, que seria mejor que este caballero diera su leccion en el aposento de la señorita.
ARGAN: No. Di a mi hija que venga.
TOÑITA: Daran mejor la leccion si se los deja solos y tranquilos.


ARGAN: Te he dicho que no.
TOÑITA: Piense, señor, que el canto lo aturdira. La menor cosa puede perjudicarlo, en el estado en que se encuentra, y trastornarle la cabeza.
ARGAN: Nada de eso. Me gusta la musica y, y tambien estudie canto... ¡Ah, ahi llega mi hija! Ve a ver si mi mujer esta ya arreglada.
(Entra Angelica)
ARGAN: Escucha, hija mia. Tu profesor de canto ha tenido que ausentarse y envia a este caballero para que lo reemplace y te de la leccion.
ANGELICA: (Al reparar en Cleanto) ¡Oh, cielo!
ARGAN: ¿Que te pasa? ¿Por que pareces sorprendida?
ANGELICA: (Turbada aun) Es que...
ARGAN: ¿Que? ¿Por que te turbas de ese modo?
ANGELICA: Porque es muy sorprendente. padre mio, lo que me ocurre.
ARGAN: ¿Que quieres decir?
ANGELICA: Esta noche he soñado que me veia en un gran apuro. Una persona, exactamente igual a este señor, se me ha aparecido y me ha sacado del trance en que me hallaba. ¿Comprende ahora mi sorpresa y el que haya creido ser victima de una alucinacion al ver este caballero?
CLEANTO: No hay nada de extraño en tener la mente ocupada, lo mismo despiertos que dormidos. Y, por mi parte, me sentiria dichoso de que, si se viese en algun apuro, me creyese digno de socorrerla. Nada habria que no fuese capaz de hacer por...
TOÑITA: (Con tono malicioso, a Argan) Acaban de llegar el señor Diarreicus y su hijo, que desean hablar con usted. Por mi fe, que no podia encontrar mejor yerno. Es el mozo mas inteligente y apuesto que he visto en mi vida. Me ha dicho solo dos palabras, pero han bastado para encandilarme, y estoy segura de que entusiasmara tambien a su hija.
ARGAN: (A Cleanto, que hace ademan de marcharse) No os marche, señor. Esta visita que anuncian se debe a que caso a mi hija, y su futuro esposo, acompañado de su padre, viene a conocerla personalmente, pues no habia tenido aun ocasion de hacerlo.
CLEANTO: Me hace un gran honor, señor.
ARGAN: Mi futuro yerno es el hijo de un prestigioso medico y la boda se celebrara dentro de cuatro dias. Y, por supuesto, usted queda invitado.
CLEANTO: Es un gran honor para mi.
(Entran el señor Diarreicus y su hijo Tomas)
ARGAN: (Llevandose la mano al gorro, pero sin quitarselo) Excusenme, caballeros, pero el doctor Purgon me ha prohibido descubrirme.Ustedes son de la misma profesion y saben, pues, muy bien, las fatales consecuencias que puede acarrear un enfriamiento.
DIAFOIRUS: En efecto; y nuestras visitas deben ser siempre para proporcionar alivio a los enfermos y no paraagravar sus dolencias.
ARGAN: Bienvenidos, caballeros.


DIARREICUS: Venimos, aqui, caballero..., mi hijo Tomas y yo, a testimoniarle el placer que sentimos, por la merced que nos dispensa, al consentir en recibirnos, honrandonos, caballero, con esta alianza...y asegurarle que en todo lo que dependa de nuestra profesion, y en todo cuanto se le ofrezca, nos encontrara siempre dispuestos a testimoniarle nuestra solicitud... (De repente, a su hijo) Vamos, quedate quieto y presenta al señor tus respetos.
TOMAS: (A Argan) Señor, he venido aqui a saludar, conocer y disponerme a amar y venerar en usted a mi segundo padre. Por lo que vengo hoy a ofrecerle ya, anticipadamente , mis mas humildes y respetuosos homenajes.
TOÑITA: ¡Viva el colegio donde han sabido educar asi a un hombre!
TOMAS: (A su padre) ¿Lo he hecho bien, padre?
DIARREICUS: Optimamente.
ARGAN: (A su hija) Vamos. Saluda al señor.
TOMAS: (A su padre) ¿Debo besarla?
DIARREICUS: Naturalmente.
TOMAS: (A Angelica) Señora, con justicia ha querido el Cielo otorgarle el noble titulo de madre, ya que...
ARGAN: (A Tomas) Perdone Ud., señor, pero no es mi mujer, sino mi hija, a quien le habla.
TOMAS: ¿Donde se halla entonces su esposa?
ARGAN: Ahora vendra.
TOMAS: ¿Espero, pues, padre, a que venga?
DIARREICUS: Presenta, entre tanto, tus cumplidos a la señorita.
TOMAS: Señorita; lo mismo que la estatuta de Mennon producia un sonido armonioso al ser iluminada por los rayos del sol, me siento yo poseido por un inefable transporte al ver aparecer el sol de vuestra belleza; y lo mismo que los naturalistas han comprobado que la flor denominada heliotropo gira, sin cesar, en direccion al astro del dia, girara siempre, desde este instante, mi corazon hacia los astros resplandecientes de sus adorables ojos, que son su unico polo. Permita, pues, señorita, que deposite hoy, en el ara de sus encantos, la ofrenda de un corazon cuyo dueño no ambiciona otra gloria que la de ser toda su vida muy humilde, respetuoso y fiel servidor y marido.   TOÑITA: ¡Lo que puede el estudio! ¡Como enseña a decir las mas bellas cosas!
CLEANTO: El señor habla maravillosamente; si es tan buen medico como orador, debe resultar un placer ser su paciente.
TOÑITA: Muy cierto. Si las curas del señor estan a la altura de sus discursos, todos los enfermos se sentiran dichosos.
ARGAN: (A Toñita) Sentemosnos. (Toñita trae al punto lo demandado.) Tu aqui, hija mia. (Al señor Diarreicus) Ya ve, señor, como admira todo el mundo a su hijo. Debe sentirse orgulloso de el.


DIARREICUS: Asi es, señor, y no porque sea yo su padre; pero si puedo afirmar que me siento satisfecho de el. No ha tenido nunca una imaginacion vivaz, ni tampoco esa agudeza de ingenio que poseen algunos. Pero, precisamente por eso, le he augurado siempre exito en su profesion, ya que el buen sentido es la primera de las cualidades necesarias para el ejercico de nuestro arte. Cuando era pequeño, no se mostro nunca listo. Costo arduos esfuerzos enseñarle a leer y, a sus nueve años, todavia no distinguia bien las letras. Pero yo me decia mi mismo: “Los arboles tardios son los que dan los mejores frutos”. En efecto, se graba mas dificilmente sobre el marmol que sobre arena pero, en aquel, lo inscrito se conserva infinitamente mas tiempo. Por eso, su lentitud de compresion y su ausencia de imaginacion eran, para mi, señales inequivocas de su buen juicio futuro. Cuando lo envie al colegio, la prueba le resulto muy dura; pero todos sus maestros me alababan su constancia. Al fin, a fuerza batir el cobre, he logrado obtener brillantemente su licenciatura y puedo afirmar, sin jactancia paternal, que desde hace años no ha habido en las aulas de nuestra Facultad un alumno que no haya promovido mas polemicas, y hecho hablar tanto de el. Pero lo que mas me complace en el, y en esto sigue mi ejemplo, es su aferrarse ciegamente a las opiniones de nuestros clasicos. Nunca ha querido comprender, ni escuchar siquiera, las razones y las experiencias en que se apoyan los presuntos descubrimientos de nuestro siglo referentes a la circulacion de la sangre y a otras teorias por el estilo.
TOMAS: (Sacando de su bolsillo un gran legajo y ofreciendolo a Angelica) He escrito, en efecto, contra los defensores de la teoria de la circulacion, esta tesis que (saludando a Argan), con el permiso del señor, me atrevo a ofrecerle como obligado homenaje de las primicias de mi talento.
ANGELICA: Señor: no entiendo nada de esas cosas.
TOÑITA: (Apoderandose del legajo) Demelo. Aprovechare la estampa de la portada, para adornar mi alcoba.
TOMAS: (A Angelica, tras saludar nuevamente a Argan) Tambien, si me lo permite el señor, le invito, para que le entretenga, a presenciar la diseccion, de un cadaver femenino, que efectuare un dia de estos y sobre la cual debo redactar un informe.
TOÑITA: Sera, en efecto, una diversion muy agradable.
DIARREICUS: (A Argan) Por lo demas, en lo concerniente a las cualidades que se requieren para el matrimonio y la procreacion, le aseguro que, segun los mejores criterios medicos, mi hijo no deja nada que desear.
ARGAN: ¿Y no tiene, señor, el proposito de introducirlo en la corte y buscarle en ella un cargo de medico?
DIARREICUS: He creido siempre preferible buscar una clientela mas modesta y mas manejable. Con esta, no tiene uno que responder de sus actos ante nadie. Con aplicar los preceptos de nuestro arte es suficiente. No hay, pues, que temer nunca nada de lo que pueda ocurrir. En cambio, ser medico de gentes de rango es muy enojoso porque cuando caen enfermos quieren terminantemente que los curemos.
TOÑITA: ¡Hace falta ser impertinentes para pretender que los curen los señores medicos!
DIARREICUS: Nuestra unica obligacion es tratar a los enfermos como lo prescriben nuestros formularios.
ARGAN: (A Cleanto) Señor, haga cantar un poco a mi hija, para que amenice esta reunion. 
CLEANTO: Estoy a sus ordenes, señor. Y se me ocurre que podria, para entrener a los presentes, cantar con la señorita una escena de una obra estrenada hace poco. (Entregandole un papel a Angelica). Tome su partitura.
ANGELICA: ¿Yo?
CLEANTO:  (En voz alta , a todos) Lo que van a oir es solo un fragmento de prosa musicada que canta una pareja a la que su mutua pasion y la necesidad obligan a improvisar lo que desean decirse.
ARGAN: Los escuchamos.
CLEANTO:, (Cantando):
Bella Filis, no me hagais sufrir mas;
(Hablando tipo Opera)                  
rompamos este silencio cruel y abridme vuestro corazon...
ANGELICA:              Vos me veis, muda y afligida


Pues mi padre, quiere sea de otro...
CLEANTO:               Miro al Cielo, y espero un milagro
DUO:                         Para que cambie de opinion
CLEANTO:                ¡Bella Filis, dime que me amas!
ANGELICA:              Sere tuya, tuya o de la muerte
DUO:              Amor mio lucharemos juntos.
ANGELICA:              Bello Tirsis, oye mis suspiros
CLEANTO:               Mas tu padre noconsentira
Pues pretende darte otro marido
ANGELICA:              Sere tuya o me matare
CLEANTO:               Sera mia o se matara
Seras mia ya me lo has jurado
ANGELICA:              Sere tuya ya te lo he jurado
CLEANTO:               Sera mia ya me lo ha jurado
DUO:              (El) Sera mia o se matara
(Ella) Sere tuya o me matare
ANGELICA:              Sere tuya yo te lo prometo
CLEANTO:               Seras mia ya me lo has jurado
ANGELICA:              Lo he jurado, lo he jurado
Si...

ARGAN: ¿Y a todo esto que dice el padre? No. Basta ya. Su improvisacion escenica encierra un deplorable ejemplo.  Tirsis es un impertinente vanidoso, y Filis, una desvergonzada. (A Angelica) A ver, muestrame esa partitura. ¡Ah, ah! ¿Como es que no veo el texto que han cantado? Solo esta escrita la musica.
CLEANTO: ¿Acaso no sabe, señor, que recientemente se ha inventado un modo de transcribir tambien, con las simples notas, el texto?
ARGAN: No quiero discutir. Permitame le diga que maldita la falta que nos hacia escuchar su impertinente obrita. Retirese.
CLEANTO: (Saliendo) Crei, señor, que podria divertirlos.
ARGAN: Las necedades no pueden divertir nunca. ¡Ah! Ahi llega mi esposa.(Entra Belina) Amor mio; te presento al hijo del señor Diarreicus.
TOMAS: Señora: con justicia ha querido el  Cielo otorgarle el noble titulo de madre.
BELINA: Encantada de haber llegado a tiempo para tener el honor de conocerlo.
TOMAS: ... ya que veo en vuestro rostro...si, en ... vuestro rostro... Lo siento, señora, pero me ha interrumpido a mitad del parrafo y he perdido el hilo del discurso.
DIARRICUS: Dejalo, hijo mio, para otra ocasion.
ARGAN: (A su mujer) Me habria gustado que no hubieras tardado tanto en venir.
TOÑITA: Ah, si, señora! La que se ha perdido por no haber estado aqui!
ARGAN: (A Angelica) Vamos, hija mia, ofrece tu mano al señor y prometele la fidelidad que debes a quien a sera tu esposo.
ANGELICA: Padre mio!
ARGAN: ¿A que viene esa exclamacion? ¿Que quieres decir con ese "padre mio"?
ANGELICA: No precipites tanto las cosas, te lo ruego. Danos, al menos, tiempo para conocernos y para sentir como nace, entre el señor y yo, esa mutua inclinacion, imprescindible para lograr una union perfecta.


TOMAS: En lo que me atañe, puedo decirle, senorita, que esa inclinacion ya ha nacido en mi y no necesito, pues, esperar.
ANGELICA: Si Ud es tan subito en sus sentimientos, a mi no me sucede igual, y debo confesarle, con franqueza, que sus meritos, no han cautivado, todavia, suficientemente mi corazon.
ARGAN: Bueno, bueno. Eso ya llegara cuando esten casados.
ANGELICA: ¡Por favor, padre mio, concedame, algun tiempo! El matrimonio es un lazo con el que no debe ligarse por la fuerza a nadie y si este señor es un caballero no puede aceptar, de ningun modo, a una persona que le perteneceria solo  por la violencia ejercida sobre ella.
TOMAS: Nego consequentium, señorita. Se puede ser un perfecto caballero y aceptar su mano, que me ofrece su señor padre.
ANGELICA: Mal medio el de querer forzar a alguien a que nos ame.
TOMAS: Los autores de la antigüedad nos dicen que se acostumbraba raptar, de la casa paterna, a las jovenes que iban a desposarse, para que asi no pareciese que se casaban voluntariamente.
ANGELICA: Los antiguos, señor, eran los antiguos, pero nostros somos gentes de nuestro tiempo. Hoy dia, las mujeres sabemos perfectamente cuando un casamiento nos agrada y, para llevarlo a efecto, no es menester simulacro ni coaccion algunos, Tenga, pues, señor, un poco de paciencia, ya que si me ama, como dices, le debe ser grato complacerme.
TOMAS: Asi es, señorita, pero siempre y cuando sus deseos no se opongan a los naturales impulsos de mi amor.
ANGELICA: La mejor prueba de amor es justamente acatar los deseos del ser amado.
TOMAS: Distinguo, señorita. En lo que no afecta a la posesion, concedo; pero en lo que si la afecta, nego.
TOÑITA: (A Angelica)  Por muchos razonamientos que exponga, perdera su tiempo. El señor acaba de salir de las aulas y tendra siempre a punto una docta replica. ¿Para que, pues, resistirse tanto  al honor de unirse con un ilustre representante de nuestra gloriosa Facultad?
BELINA: Quiza suceda que Angelica sienta otra inclinacion.
ANGELICA: Si la sintiera, puede estar segura de que nada habria en ella que fuera en menoscabo de la razon ni de mi honestidad.
ARGAN:¡ Vamos! De segur asi, acabarian convirtiendome en un  pelele cuya voluntad no cuenta.
BELINA: Nada de eso. Pero, en tu lugar no la obligaria a casarse. Es otra cosa lo que yo haria.
ANGELICA: Entiendo, señora, lo que sugiere y  le agradezco, su interes por mi. Pero sus consejos no concordarian, tal vez, con mis deseos y no podria segurilos, como, al parecer, lo espera.
BELINA: Si fuera asi, seria porque, hoy dia, las jovenes tan juiciosas y tan recatadas como tu se burlan del respeto y de la obediencia que deben a sus padres. Antaño no sucedia asi.
ANGELICA: Los deberes de una hija tambien tienen su limite, señora, y ni siquiera la razon ni las leyes pueden pretender regularlo todo.
BELINA: Dicho en otras palabras: apruebas el matrimonio, pero siempre que seas tu la que elijas el esposo.


ANGELICA: Si mi padre no me permite elegirlo, debo rogarle que, al menos, no me oblgue a casarme con alguien a quien no podria amar.
ARGAN: (A Diarreicus y su hijo)  Señores, excusen lo que estan oyendo.
ANGELICA: (A Belina) Cada cual tiene sus motivos para casarse.Por mi parte, deseo un marido al que pueda amar con todo mi corazon. Y, como pretendo, ademas, sentirme ligada a el toda mi vida, me parece razonable mostrar ciertas prevenciones. Se tambien, señora, que otras hacen del matrimonio una mera cuestion de intereses; que se casan tan solo para tener derecho a una viudez, para enriquecerse con la muerte de su conyuge, y que por eso pueden pasar, sin escrupulos, de un marido a otro, a la espera solo de heredar sus bienes.
BELINA: Me gustaria saber que es lo que has querido decir con todo ese discurso.
ANGELICA: Y que podria querer decir, sino lo que he dicho?
BELINA: A veces, te muestras tan necia, querida, que resultas insoportable.
ANGELICA: Ya se, señora, que deseas obligarme a responderle alguna impertinencia, pero puedes estar segura de que no te dare ese gusto.
BELINA: No he visto nunca insolencia semejante a la tuya.
ANGELICA: Tiene razon, señora, asi es.
BELINA: Tu ridiculo orgullo y tu impertinente presuncion hacen que todo el mundo te juzgue como mereces.
ANGELICA: Todo cuanto me diga no le servira de nada. Obrare con sensatez, mal que le pese. Y, para que vaya perdiendo la esperanza de poder convencerme, la libro de mi presencia.
ARGAN: (A Angelica, que abandona la estancia) Escucha; solo tienes dos alternativas: o casarte, dentro de cuatro dias, con este señor, o ingresar a un convento. (Sale Angelica, sin responder nada. A su mujer) No te inquietes. Yo sabre hacerle entrar en razon.
BELINA: Siento tener que dejarte, hijito; pero tengo un asunto que tratar y es preciso que me vaya. Espero regresar pronto.
ARGAN: Ve, pues, amor mio; y no te olvides de pasar por casa del notario, para que diligencie, todo lo posible, lo que ya sabes.
BELINA: Hasta luego, queridito.
ARGAN: Hasta luego, cielo. (Vase Belina)
DIARREICUS: Me parece que ha llegado el momento de despedirnos.
ARGAN: Le ruego, señor, que, antes de hacerlo, me diga como me encuentro.
DIARREICUS: (Tomando el pulso a Argan) Toma, hijo mio, la otra muñeca del señor y veamos si sabes emitir un diagnostico certero sobre su pulso. ¿Quid dicis?
TOMAS: Dico, que el puslo del señor es el de un hombre que no se encuentra nada bien.
DIARREICUS: Perfectamente.
TOMAS: Que es el “duriusculo”, por no decir duro, a secas.
DIARREICUS: Exactamente.
TOMAS: Y un tanto repelente.
DIARREICUS: Bene.
TOMAS: Y hasta un poco “capricante”.
DIARREICUS: Optime.
TOMAS: Todo lo cual produce una alteracion del parenquima esplenico, que afecta al bazo.


DIARREICUS: ¡Esplendido!
ARGAN: Creo que se equivocan; el doctor Purgon me ha dicho que lo que tengo enfermo es el higado.
DIARREICUS: Bueno, si; al hablar del parenquima nos referimos a uno y otro organo, dada la estrecha relacion en que los mantienen el “vaso breve” del piloro y tambien, muy a menudo, los coledocos. Sin duda, el doctor Purgon le habra prescrito comer alimentos crudos.
ARGAN: No; al contrario, solo alimentos cocidos.
DIARREICUS: Bueno, si; asado o cocido, viene a ser la misma cosa. Sus prescripciones son muy atinadas y no podria estar en mejores manos.
ARGAN: ¿Quiere decirme, señor, cuantros granos de sal hay que ponerle a un huevo?
DIARREICUS: Seis, u ocho, o diez, pero siempre numero par; en cambio, en los medicamentos, las dosis siempre en numeros impares.
ARGAN: Entendido. Te lo agradezco mucho. Hasta pronto, señores. (Vanse Diarreicus y su hijo).
BELINA: (Entrando) Antes de irme, he querido informarte de algo sobre lo que debes extremar tu cuidado. Al pasar junto al dormitorio de Angelica, la he visto en compañia de un joven, que al divisarme ha salido corriendo.
ARGAN: ¿Un joven con mi hija y en su alcoba?
BELINA: Si; Luisita los acompañaba y puede confirmartelo.
ARGAN: Enviame en seguida a Luisita, amor mio. ¡Ah, la desvergonzada! (Solo ya)  ¡Ahora comprendo su resistencia a obedecerme!
LUISITA: ¿Que quieres, papa? Mi madrastra me ha dicho que viniera a verte.
ARGAN: Si; acercate, levanta los ojos y mirame. ¿Entendido?
LUSITA: ¿Asi, papa?
ARGAN: Asi.
LUISITA: ¿Y ahora que?
ARGAN: ¿No tienes nada que contarme?
LUISTA: Si quieres que te entretenga puedo contarte el cuento de Piel de Asno , o la fabula El cuervo y la zorra , que acaban de enseñarmela.
ARGAN: No es eso lo quiero saber.
LUISITA: ¿Y que es entonces?
ARGAN: ¡Ah, pilluela! Ya sabes a lo que me refiero.
LUISITA: No, papa, no se nada.
ARGAN: ¿Es asi como obedeces a tu padre?
LUISITA: No comprendo.
ARGAN: ¿No te habia encargado yo que vinieras en seguida a contarme todo lo que vieses?
LUISITA: Si, papa.
ARGAN: ¿Y lo vas a hacer?
LUISITA: Claro que si, papa. Ya se que me has llamado para que os diga lo he visto.
ARGAN: ¿Y hoy no has visto nada?
LUISTA: Nada, papa.
ARGAN: ¿No?
LUISITA: No.
ARGAN: ¿Seguro?


LUISTA: Seguro.
ARGAN: Bien; entonces voy a hacerte ver algo.
LUISITA: (Asustada al ver a su padre tomar unas disciplinas) ¡Ay, eso no, papa!
ARGAN: ¡Ay, tunantuela! ¿conque no has querido decirme que has visto a un hombre en la alcoba de tu hermana?
LUISITA: (Llorando) ¡Papito!
ARGAN: (Tomando por el brazo a su hija) ¡Ya te enseñare yo a mentir!
LUISITA: (Arrodillandose) ¡Perdonadme, papaito! Angelica me hizo prometer que no os diria nada, pero voy a contartelo todo.
ARGAN: Primero te voy a dar unos cuantos azotes por haber mentido.
LUISITA: Perdon, papa.
ARGAN: No te lo mereces.
LUISITA: ¡Papaito, no me azotes!
ARGAN: Voy a hacerlo.
LUISITA: ¡No, papa, por favor!
ARGAN: (Tratando de azotarle) ¡Que si, te digo!
LUISITA: ¡Ah, papa, me has herido! Mira como me muero. (Se hace la muerta)
ARGAN: Vamos, no juegues. ¡Oh, Dios mio! ¿Que he hecho? ¡Luisita! ¡Luisita! ¿Que te sucede, hija mia? ¡Ay, desdichado de mi! ¡He matado a mi pobre hijita! ¡Ah, hijita mia! ¡Mi pobre Luisita!
LUISITA: Aun no estoy muerta del todo.
ARGAN: ¡Ah, la muy ladina! Bueno te perdono por esta vez, pero has de contarmelo todo.
LUISITA: Si, papa.
ARGAN: Y anda con cuidado, porque mi meñique, que lo sabe todo, me dira si mientes.
LUISITA: Pero no le digas que he sido yo la que te lo he contado.
ARGAN: No le dire nada.
LUISITA: (Tras cerciorarse de que nadie la escucha) Pues, si, un hombre ha venido a la alcoba de Angelica, cuando yo estaba alli.
ARGAN: ¿Y que mas?
LUISITA: Yo le he preguntado que queria y me ha dicho que era el maestro de canto.
ARGAN: (Aparte) ¡Ah, si! ¡Esta claro el asunto!  (A Luisita) ¿Y que mas paso?
LUISITA: Entonces llego Angelica.
ARGAN: ¿Y que sucedio?
LUISITA: Ella le dijo: “¡Marchate, marchate de aqui, te lo ruego! ¡No me comprometas mas de lo que ya estoy!”
ARGAN: Bien, continua.
LUISITA: El no queria marcharse.
ARGAN: ¿Y que es lo que decia a tu hermana?
LUISITA: Le decia un monton de cosas.
ARGAN: ¿Que cosas?
LUISITA: Le decia esto y aquello; que la amaba mucho y que era la mas bella del mundo.
ARGAN: ¿Y despues?
LUISITA: Despues se arrodillo ante ella.
ARGAN: ¿Y despues?


LUISITA: Despues le beso las manos.
ARGAN: ¿Y despues?
LUISITA: Despues... paso ante la puerta mi madrastra y entonces el huyo.
ARGAN: ¿Y no paso nada mas?
LUISITA: No, papa.
ARGAN: Mira, mi meñique me murmura algo. (Metiendose el dedo en el oido y fingiendo hablar con el). ¿Eh? ¡Ah, ah! ¿Si? ¡Oh, oh! (A su hija) En efecto, mi meñique me ha dicho que tu has visto otras cosas, pero que no quieres contarmelas.
LUISITA: ¡Ah, papa! Tu meñique es un embustero.
ARGAN: ¡Cuidadito con lo que dices!
LUISITA: Te he dicho la verdad, papa. No creas a tu meñique. Te ha mentido.
ARGAN: Bueno, bueno. Ya lo sabre. Vete ahora y fijate bien en todo. ¡Marchate! (Solo de nuevo) ¡Vaya con las criaturas! ¡Y cuantos quebraderos de cabeza! No me dejan tiempo para preocuparme de mi enfermedad. (Dejandose caer en una silla) ¡Y la verdad es, Dios mio, que no puedo mas!


T E R C E R   A C T O

(Entra Beralda acompañada de Toñita)
BERALDA: ¡Hola, hermano! ¿Como te encontras?
ARGAN: Muy mal, hermana, muy mal.
BERALDA: ¿Muy mal?
ARGAN: Si; no puedes imaginarte lo debil que me siento.
BERALDA: Lo lamento, porque debe de resultar muy molesto.
ARGAN: No tengo siquiera fuerza para hablar.
BERALDA: Venia, hermano, a proponerte un buen partido para mi sobrina Angelica.
ARGAN: (Exaltandose y levantandose bruscamente) ¡No ha hables de esa bribona! Es una desvergonzada, a la que voy a meter, antes de cuarenta y ocho horas, en un convento.        
BERALDA: ¡Ah! Eso me parece muy bien. Me congratulo, hermano, de ver que has recobrado, tus energias y de que mi visita parece haberte reanimado. ¡Tomemos algo! ¡Prueba esto! (Ambos beben). ¿No vale esto por todos tus purgantes?
TOÑITA: ¡Oh, no! Un buen purgante es lo mejor del mundo.
BERALDA: Y ahora, hermano, podemos hablar a solas un ratito, si te place.
ARGAN: Si; pero tendras que esperar un momento. Volvere en seguida. (Sale)
TOÑITA: Señora, no abandone a su sobrina.
BERALDA: Hare cuanto pueda para que se cumplan sus deseos.
TOÑITA: Hay que impedir a toda costa esa extravagante boda que al señor se le ha antojado. He ideado un treta que puede servirnos.
BERALDA: ¿Y que treta es esa?
TOÑITA: No sera, tal vez, muy sensata, pero confio en que tenga exito. Permita que me ocupe de esto y haga, por tu parte, cuanto pueda. Ahi vuelve el señor.
BERALDA: Ante todo, hermano mio, te ruego que no te acalore mientras conversamos.
ARGAN: Te lo prometo.


BERALDA: Asi, podremos hablar razonablemente, sin apasionamiento, de los asuntos que debemos tratar.
ARGAN: ¡Cuanto, preambulo, Dios mio!
BERALDA: Al grano, entonces. ¿Como es posible que hayas decido meter a Angelica en un convento?
ARAGAN: Muy sencillo. Porque siendo yo el cabeza de familia, puedo hacer lo que se me antoje.
BERALDA: Tu esposa no se cansa de aconsejarte que te desprendas asi de tus dos hijas; y como la conozco, no dudo que, dado su espiritu piadoso, le encantaria, en efecto, verlas convertidas en dos buenas religiosas.
ARGAN: ¡Ah, ya estamos con el tema de siempre! ¡Ya salio a relucir mi pobre mujer! Si, ya se que ella es siempre la culpable de todo y que nadie la puede ver.
BERALDA: Hermano,  ¿por que quieres casarla con el hijo de un medico?
ARGAN: Para tener el yerno que necesito.
BERALDA: Pero el que has elegido no le conviene a Angelica. Se de alguien que es un partido mas ventajoso para ella.
ARGAN: No lo dudo, pero el que yo he elegido, hermano, es el mas ventajoso para mi.
BERALDA: Dime: ese marido, ¿es para ella o para ti?
ARGAN: Lo es para ella, pero  tambien sera util para mi. Quiero contar, en mi familia, con las personas que necesito.
BERALDA: Entonces, si Luisita estuviese ya en edad de desposarse, la casarias con el boticario.
ARGAN: ¡Que buena idea! No se me habia ocurrido.
BERALDA: ¿Es posible que medicos y boticarios te hayan sorbido, hasta ese punto, el seso, para empeñarte en creerte enfermo.
ARGAN: No te entiendo.
BERALDA: Quiero decir que no conozco hombre menos enfermo que tu. Y la mejor prueba es que, pese a tantos cuidados innecesarios y a todos los potingues que te hacen tomar, todavia no has conseguido quebrantar tu salud.
ARGAN:Si yo dejara de tomarlas, en tres dias moriria.  
BERALDA: Si no pones coto a su tirania, te seguira cuidando tanto que pronto te enviara al otro mundo.
ARGAN: ¿Es que no creeis en la Medicina?
BERALDA: No veo que sea preciso creer en ella para estar sano.
ARGAN: ¡Como! ¿No teneis por verdadera una cosa reconocida por todo el mundo? Entonces, a vuestro parecer, los medicos no saben nada de medicina.
BERALDA: Saben muchas cosas. Saben hablar en pomposo latin y designar, en griego, los nombres de todas las enfermedades, definirlas y clasificarlas. Ahora bien, en lo tocante al modo de curarlas, de eso no saben absolutamente nada.
ARGAN: Existen personas tan sensatas y tan experiementados como tu, y vemos, cada dia, que cuando se sienten enfermas, recurren a los medicos.
BERALDA: Eso prueba, en todo caso, la flaqueza humana, pero no la verdad de la medicina.
ARGAN: Al menos, no dudaras de que los medicos creen en la verdad de su arte, ya que, cuando enferman, se tratan a si mismos.


BERALDA: Tu doctor Purgon, por ejemplo, es un hombre que cree mas en sus formularios medicos que todas las demostraciones matematicas, y al que le pareceria un delito poner, un solo momento, en tela de juicio sus convicciones. Nada, en la Medicina, le parece oscuro, discutible o arriesgado. Administra a troche y moche purgantes, lavativas y sangrias, sin pararse un segundo a pensar en las consecuencias. Con la mejor buena fe del mundo, acabara con vos, como lo ha hecho ya con su mujer y con sus propios hijos, y como, de creerse enfermo el tambien, lo haria consigo mismo.
ARGAN: La verdad es que no puedes disimular la animadversion que te inspira. Pero dime entones: ¿que es lo debe hacer uno cuando se siente enfermo?
BERALDA: Nada, hermano mio.
ARGAN: ¿Nada?
BERALDA: Nada. Tan solo guardar reposo. Si se la deja obrar, la naturaleza es tan sabia que ella misma arregla los trastornos que ocasiona. Pero nuestra inquietud y nuestra impaciencia lo echan todo a perder. La mayoria de los hombres no mueren como consecuencia de sus enfermedades sino de los remedios que se les administran.
ARGAN: Mas convendras conmigo en que, al menos en ciertos casos, esos remedios pueden ayudar a la naturaleza. ¿O debo entender, pues, que toda la ciencia del hombre esta encerrada en vuestra cabeza, ya que pretendes saber mas que todos los grandes medicos que han existido y existen?
BERALDA: ¡Tus grandes medicos...!Cuando hablan, pueden parecer los hombres mas sabios y diestros del mundo; pero viendoles obrar, es facil darse cuenta de cuan ignorantes son.
ARGAN: Me gustaria que estuviera presente aqui alguno de esos pobres ignorantes, para que rebatiera tus razonamientos y te bajara un pocos los humos.
BERALDA: Cada cual puede, por cuenta y riesgo, creer en lo que le plazca. Solo he pretendido sacarte de tu error; y, para aleccionarte un poco mas sobre este mismo tema, me gustaria llevarte al teatro a ver alguna de las comedias de Moliere.
ARGAN: Buen impertinente es ese Moliere, al escribir tales comedias. Me parece intolerableque trate de burlarse y de ridiculizar a gentes tan honorables como lo son los medicos.
BERALDA: No se burla de ellos, sino de cuanto de ridiculo hay en la Medicina.
ARGAN: ¿Y quien es el para permitirse criticar a la Medicina, y a llevar a la escena, para ridiculizarla, una profesion que todo el mundo respeta?  
BERALDA: ¿Y por que no puede ocuparse de esa profesion, como de cualquier otra?  A diario vemos aparecer sobre la escena, ridiculizados,  principes y reyes, y me parece que estos personajes son de tan buena cuna como los medicos.
ARGAN: Si yo fuera medico, ya sabria como vengarme de su impertinencia. Si el cayera enfermo, me negaria a atenderle, aunque me lo rogase de rodillas. Tan solo le diria: “ revienta, revienta de una vez; asi aprenderas a no burlarte de nuestra ilustre Facultad.
BERALDA: No creo que recurra nunca a ellos.
ARGAN: ¡Pues tanto peor para el, si renuncia a sus remedios!
BERALDA: Al parecer, tiene sus razones para ello. Afirma que, eso, solo pueden permitriselo las personas muy saludables y vigorosas, que tienen tantas energias como para resistir la enfemedad y los remedios; pero el pobre Moliere dice que sus escasas fuerzas solo le permiten soportar sus dolencias.
ARGAN: ¡Habrase visto razonamiento mas necio! Me revuelve la bilis y acabaras provocandome un arrechucho.


BERALDA: Cambiemos, pues, de conversacion y volvamos a lo de tu hija. Creo que porque se resista al enlace que le has buscado, no debes adoptar esa violenta resolucion de meterla en un convento. Me parece aconsejable tener un poco en cuenta sus sentimientos, porque un matrimonio no puede nunca resultar feliz si a una de las partes se la obliga a contraerlo.
TOÑITA: (Aparece Toñita, que lleva un frasco en la mano) El señor boticario le trae esto.
ARGAN: Disculpame un momento, hermana mia.
BERALDA: ¿Por que? ¿Que vas a hacer?
ARGAN: Ponerme, con tu permiso, esa pequeña lavativa que me trajo el señor boticario.
BERALDA: ¿Te burlas de mi? ¿Es que no puedes permanecer, un solo momento, sin tus lavativas y tus potingues? Devuelvelo, Toñita.
ARGAN: Bien se ve, hermana, que eres una persona sana.
BERALDA: ¿Eres capaz de decirme siquiera cual es tu dolencia?
ARGAN: ¡Me exasperais! ¡Ah, ¿que dira el doctor Purgon cuando se entere?
Entra el Dr. Purgon.
PURGON:  Acabo de encontrame con el señor boticario, que me ha informado de lo ocurrido. Al parecer, en esta casa se rien de mis prescripciones y se os impide administraros el remedio que os ordene. Me sorprende ese atrevimiento y esa rebeldia de un enfermo contra su medico. ¡Precisamente un remedio que habia tenido yo mismo el placer de preparar con mis propias manos!  ¡Y despreciarmelo de ese modo! Es algo inaudito. Un autentico ultraje a la Medicina.  Un verdadero crimen de lesa Facultad, para el que no hay suficiente castigo.  Sabed que rompo mis relacioes con vos y que,  para terminar con todo lazo entre nosotros, rompo tambien la donacion que hacia yo a mi sobrino, en favor de el y de vuestra hija. (Rompe, en efecto, el documento y arroja, furioso, los pedazos) ¡Despreciar mi lavativa!: Ordenad que me la traigan y me la pondre inmediatamente.  Os habria limpiado todo vuestro interior, al haceros evacuar los malos humores. Considerando que no habeis querido que os curara con mis propias manos, y considerando que habeis hecho caso omiso de mis prescripciones, faltando a la obediencia que un enfermo debe a su medico, os abandono desde este momento, para que seais victima de vuestra mala constitucion, de vuestras deficiencias vicerales, de la corrupcion de vuestra sangre, de la acidez de vuestra bilis, dela feculancia de vuestros humores..., y dictamino que no antes de cuatro dias, no sereis ya un enfermo curable... Sereis presa de la bradipepsia...,
de la bradipepsia... y tambien de la dispepsia...,  Y, tras la dispepsia, vendra la apepsia..., y, tras la apepsia, la disenteria... y, tras la disenteria, la lienteria... y, tras la lieteria, la hidropesia...  y, tras la hidropesia, ya no os quedara otro remedio que moriros, final al que os habra conducido vuestra insensatez. (Vase el doctor Purgon)
ARGAN: ¡Ah, Dios mio! ¡Soy hombre muerto! Hemana, has sido mi pedicion.
BERALDA: ¿Que necedades son esas?
ARGAN: No puedo mas. Siento ya, dentro de mi cuerpo, como la Medicina empieza a vengarse.
BERALDA: Pareces un loco. Y no quisiera que viera nadie como te comportas. Vamos, recobrate y no te dejes dominar asi por tu imaginacion.
ARGAN: Ya habeis escuchado enumerar todas las terribles enfermedades que van a hacerme su victima.


BERALDA: No he visto nadie mas candido que vos.
ARGAN: Y que, antes de cuatro dias, sere ya un enfermo incurable.
BERALDA: ¿Es que acaso ha hablado un oraculo? De creerte, pareceria que el doctor Purgon tiene en sus manos tu vida, y que, con su suprema autoridad, puede alargartela o abreviartela a su antojo. Piensa, mas juiciosamente, que tu vida depende de tu propia naturaleza, y que toda la colera y todas las amenazas del doctor Purgon son tan impotentes para hacerte morir, como sus remedios para hacer que vivas un solo dia mas de los que Dios te tenga reservados. Se te presenta ahora una buena oportunidad para liberarte de todos los medicos. Y, si nacistes condenado a no saber prescindir de ellos, facil sera encontrar otro con el cual, al menos, no corras tantos riesgos.
ARGAN: ¡Ah, hermana mio! El doctor Purgon conoce al dedillo mi naturaleza y mis males, y sabe como hay que tratarme.
BERALDO: Debo decirte que estas lleno de temores infundados y que todo lo ves de la mas absurda manera.
TOÑITA: (Entrando a Argan) Señor, ha venido un medico que desea verlo.
ARGAN: ¿Que medico?
TOÑITA: Un medico... de la Medicina.
ARGAN: Si, naturalmente. Pero lo que te pregunto es quien es.
TOÑITA: No lo conozco; pero se parece a mi como se parecen dos gotas de agua; de no estar tan segura de que mi madre fue una mujer muy decente, aseguraria que era un hermanito que me habia dado despues de quedar viuda de mi padre.
ARGAN: Bueno, hazle pasar. (Sale Toñita).
BERALDA: Pronto han sido satisfechos tus deseos. Si un medico te ha abandonado, otro se te presenta.
ARGAN: Mucho me temo, hermana, que me hayas causado un daño irreparable.
BERALDA: ¡Como! ¿Vas a reanudar tus absurdas recriminaciones?
ARGAN: ¿Y que quieres que haga? Ya ves como me amenazan todas esas enfermedades que no conozco, todos esos...
TOÑITA: (Vestida a la usanza de los medicos de la epoca) Señor: permitame que haya venido a visitarle y a ofrecerle mis servicios para cuantas purgas y sangrias pueda necesitar.
ARGAN: Se lo agradezco mucho, señor. (A Beralda) La verdad que parece la mismisima Toñita.
TOÑITA: Excuseme un instante, señor. He olvidado dar un encargo a mi criado, que me aguarda ahi fuera. Enseguida vuelvo. (Sale).
ARGAN: ¿No dirias, hermana, que es, en efecto, Toñita?
BERALDA: El parecido es verdaderamente asombroso. Pero no es la primera vez que se ha visto una cosa asi. La Historia nos presenta numerosos ejemplos de estos caprichos de la Naturaleza.
ARGAN: Tambien a mi me asombra y...
TOÑITA: ¿Que desea, señor?
ARGAN: ¿Como?
TOÑITA: ¿Es que no me ha llamado?
ARGAN: ¿Yo? No.
TOÑITA: Entonces deben haberme engañado las orejas.


ARGAN: No importa. Quedate aqui un momento, para que podamos ver mejor como, en efecto, se te parece ese medico.
TOÑITA: ¡En eso estoy pensando! ¡Con todo lo que tengo que hacer! Y, ademas, yo ya le he visto lo suficiente. (Sale).
ARGAN: De no haberlos visto a los dos, creeria que se trata de una misma persona.
BERALDA: He sabido de parecidos, tan increibles como este, que han engañado a todo el mundo.
ARGAN: Tambien yo me habria engañado es este caso, porque hubiera jurado que se trataba de una misma persona.
TOÑITA: (Nuevamente vestida de medico) Señor, le ruego perdone la libertad que me he tomado.
ARGAN: (En voz baja, a Beralda) Es lo mas asombroso que he visto.
TOÑITA: Espero que no tome a mal la curiosidad que he sentido por conocer a un enfermo tan insigne como Ud y del que todo el mundo habla.
ARGAN: Soy su servidor, señor.
TOÑITA: Observo, caballero, que me mira con curiosidad. Digame francamente:        ¿que edad me daria?
ARGAN: Creo que, a lo sumo, debe tener veintiseis o veintisiete años.
TOÑITA: ¡Ja, ja, ja! He cumplido ya noventa, señor.
ARGAN: ¿Noventa?
TOÑITA: Si; Ud mismo puede, pues, comprobar la eficacia de mis secretos profesionales. Gracias a ellos me conservo todavia tan joven y vigoroso.
ARGAN: A fe mia, jamas vi un hombre de noventa años tan joven y apuesto.
TOÑITA: Soy un medico viajero que voy, de pais en pais y de ciudad en ciudad, buscando enfermos que ofrezcan particular interes y que esten dispuestos a beneficiarse de los grandes descubrimientos que he hecho en Medicina.
Solo me interesan las enfermedades importantes: buenas fiebres persistentes y con trastornos cerebrales, buenas hidropesias, ya muy desarrolladas, y buenas pleuresias acompañadas de graves infecciones pectorales. Esas son las enfermedades que me gustan y sobre las cuales tirunfo siempre. Por eso me gustaria, señor, que se encontrara ya desahuciado por todos los medicos, en estado desesperado, en la agonia misma, para poder demostrarle la excelencia de mis tratamientos y remedios y mi deseo de serle util.
ARGAN: Le agradezco infinitamente, señor, sus bondades.
TOÑITA: Permitame que le tome el pulso. Veamos. No late como es debido, pero yo le hare recobrar su ritmo. Digame: ¿quien es su medico?
ARGAN: El doctor Purgon.
TOÑITA: Ese nombre no lo tengo anotado en mi lista de los mejores medicos. ¿Cual es su enfermedad, a su criterio?
ARGAN: Dice que padezco del bazo, pero otros aseguran que es el higado la causa de mis males.
TOÑITA: Son todos unos solemnes ignorantes. Son sus pulmones los que estan enfermos.
ARGAN: ¿Los pulmones?
TOÑITA: Si. ¿Que es lo que siente?
ARGAN: De cuando en cuando, dolores de cabeza.
TOÑITA: Exactamente. Y el causante es su pulmon.
ARGAN: A veces, me parece tener un velo ante los ojos.


TOÑITA: El pulmon.
ARGAN: En ciertas ocasiones, siendo tambien como unos pinchazos en el corazon.
TOÑITA: El pulmon.
ARGAN: Y, con frecuencia, sufro igualmente dolores en el vientre, como cuando se tienen un colico.
TOÑITA: El pulmon. ¿Y comera tambien con buen apetito?
ARGAN: Si, señor.
TOÑITA: El pulmon. Despues de las comidas, ¿siente un poco de sueño y le agrada echar unas cabezadas?
ARGAN: Si, señor.
TOÑITA: El pulmon. El pulmon es el culpable de todo. ¿Que le ha prescrito, como alimentacion, su medico?
ARGAN: Sopas...
TOÑITA: ¡Que ignorante!
ARGAN: ... aves...
TOÑITA: ¡El ignorante!
ARGAN: ... ternera...
TOÑITA: ¡El ignorante!
ARGAN: ... huevos frescos...
TOÑITA: ¡El ignorante!
ARGAN: ... y por las noches, ciruelas pasas, para regular el vientre...
TOÑITA: ¡El ignorante!
ARGAN: ... pero, sobre todo, que bebe el vino muy aguado.
TOÑITA: Ignorantus, ignoranta, ignorantum. Debe beber vino puro. Y, para espesar su sangre, que es en exceso fluida, debe comer buenas chuletas de vaca y de cerdo, buen queso de Holanda, arroz, castañas y toda clase de pastas, para aglutinarlo todo. Su medico es un asno. Yo le enviare uno de mi confianza y vendre a verle, regularmente, hasta que deba marcharme de aqui.
ARGAN: No se como agradecerselo.
TOÑITA: Digame: ¿que diablos hace con ese brazo?
ARGAN: ¿Como?
TOÑITA: En su lugar, haria que me lo cortasen sin demora.
ARGAN: ¿Y por que?
TOÑITA: ¿No ve que el acapara todo cuanto come, impidiendo al otro alimentarse tambien?
ARGAN: Pero... yo necesito este brazo.
TOÑITA: Tambien tiene un ojo derecho que yo, en su lugar, no vacilaria en hacermelo extraer.
ARGAN: ¿Hacerme... extraer un ojo?
TOÑITA: ¿Es que no ve que el se aprovecha del otro, robandole toda su parte de alimento? Creame, haga que se lo arranquen sin tardanza, y le aseguro que vera mas claro con el otro.
ARGAN: Si... pero eso no corre tanta prisa.
TOÑITA: Adios, señor. Lamento tener que marcharme ya, pero debo asistir a una importante consulta con respecto a un hombre fallecido ayer.
ARGAN: ¿Sobre un hombre que fallecio ya?
TOÑITA: Ciertamente. Se trata de dictaminar lo que habria debido hacerse para salvarle la vida. Hasta pronto.


ARGAN: Perdoname, señor, si no le acompaño hasta la puerta. Pero ya sabe que los enfermos... (Vase Toñita).
BERALDA: He aqui un medico que parece, realmente, muy habil y seguro de si mismo.
ARGAN: Cierto; pero demasiado tajante.
BERALDA: Los grandes medicos son siempre asi.
ARGAN: ¡Cortarme un brazo y hacerme sacar un ojo, para que el otro brazo y el otro ojo vayan mejor! Prefiero, la verdad,que no vayan tan bien. ¡Bonita operacion dejarme manco y tuerto!
TOÑITA: (Desde el umbral de la puerta, fingiendo que se dirige a alguien que se encuentra afuera) Vamos, marchese ya. No estoy para bromas. Servidora suya.
ARGAN: ¿Que sucede?
TOÑITA: Su medico, que se empeñaba en tomarme el pulso.
ARGAN: ¡Ah, el pillo! ¡A sus noventa años!
BERALDA: Bien, hermano, ¿no quieres que te hable ahora del partido que se le presenta a vuestra hija?
ARGAN: No; estoy decidido a meterla en un convento, ya que se opone a mi voluntad. Veo claramente que hay en esto un amorio de por medio.
BERALDA: ¿Hay algo censurable en ello? ¿Que es lo que puede ofenderte si se trata, como estoy seguro, de un deseo honesto, como es el de contraer matrimonio con la persona a quien ama?
ARGAN: Sea como fuere, estoy resuelto a que sea religiosa.
BERALDA: ¿Intentas que esa resolucion complacer a... alguien?
ARGAN: Te veo venir. Ya vuelves a mezclar a mi mujer es este asunto.
BERALDA: Ya que me obligas a habalrte sin tapujos, te dire que es, en efecto, a tu esposa a quien me refiero. Me preocupa verte tan sometido a sus antojos que mordes siempre todos los anzuelos que te tiende.
TOÑITA: ¡Ah, señora! No hable asi de la esposa del señor. Es una mujer intachable, sin dobles alguna, y que ama al señor, que lo ama, si, como... no es capaz de imaginarlo.
ARGAN: Que te cuente Toñita de que manera me mima Belina...
TOÑITA: Es verdad.
ARGAN: ... y como se preocupa por mi enfermedad...
TOÑITA: No tiene otro pensamiento.
ARGAN: ... los desvelos que se toma por mi y los cuidados que me prodiga.
TOÑITA: Asi es. (A Beralda). ¿Quiere que le demuestre hasta que punto la señora ama al señor? (A Argan) ¿Me permite, señor, que muestra a su hermana lo equivodada que esta y lo poco que conoce a la señora?
ARGAN: ¿Que es lo que quieres hacer?
TOÑITA: La señora va a volver en seguida. Tiendase, pues, en ese sillon y hagase el muerto. Asi vera su señora hermana, el dolor de su esposa al creerlo muerto.
ARGAN: Me parece muy buena idea.
TOÑITA: Pero no la deje demasiado tiempo sumida en su desesperacion, porque eso podria costarle la vida.
ARGAN: No te preocupes. Se lo que debo hacer.
TOÑITA: (A Beralda) Y usted, escondase ahora en ese rincon.
ARGAN: Escucha, Toñita: ¿no sera peligroso que me haga el muerto?


TOÑITA: Vamos, tumbese ahi. (En voz baja) Su hermano se merece una leccion ¡Ah! Ahi llega la señora. No respire siquiera.  (Fingiendo no haber visto a Belina) ¡Ay, Dios mio! ¡Que accidente! ¡Que terrible desgracia!
BELINA: ¿Que ocurre, Toñita?
TOÑITA: ¡Ah, señora!
BELINA: ¿Que pasa? Habla.
TOÑITA: El señor ha muerto.
BELINA: ¡Como! ¿Ha muerto mi marido?
TOÑITA: Si, señora. El pobre difunto ha fallecido.
BELINA: ¿Estas segura?
TOÑITA: Y tan segura. Pero nadie losabe aun. El pobre señor estaba a solas conmigo y ha muerto en mis brazos. Vealo tendido ahi.
BELINA: ¡Alabado sea Dios! Por fin, me veo libre de esta carga. Y tu, Toñita, ¿como puedes ser tan necia para afligirte por su muerte?
TOÑITA: Yo creia, señora, que mi deber era llorar.
BELINA: ¡Bah! ¡Valiente perdida! ¿Para que podria servir un ser asi? Un hombre fastidioso para todos, sucio, repugnante, siempre sus lavativas y con el vientre lleno de asquerosos potingues. Moqueando, tosiendo y escupiendo sin cesar. Cargante, sin el menor ingenio, aburrido como una ostra, siempre de mal humor y riñiendo, dia y noche, o todo el mundo.
TOÑITA: ¡Vaya una bonita oracion funebre la suya!
BELINA: Ya que, afortunadamente, nadie sabe aun lo ocurrido, ocultemos su muerte hasta que yo me haga de unos documentos y un dinero que el tenia escondidos. No es justo que haya yo pasado a su lado mis mejores años, soportandole tantes cosas desagradables, y que no saque ahora fruto de su muerte. Vamos, Toñita, saquemosle las llaves.
ARGAN: (Incorporandose subitamente) ¡Mas despacio, amiga mia!
BELINA: (Sobresaltada) ¡Ay!
ARGAN: Si, mi señora esposa. Y he visto lo mucho que me amas.
TOÑITA: ¡Milagro, milagro! ¡ El difunto esta vivo!
ARGAN: Celebro haber podido comprobar vuestro cariño y escuchar el sentido panegirico que me has dedicado. (Vase Belina)
BERALDA: Bien, hermano, ya lo has visto.
TOÑITA: Por mi fe, que jamas me lo hubiera imaginado.¡Ah! Oigo venir a la señorita. Vuelva a tumbarse, señor, y veremos asi como acoge ella su muerte. Es un buen recurso para que sepa lo siente por usted cada miembros de la familia. (Beralda se esconde de nuevo). (Fingiendo no reparar en la aparicion de Angelica) ¡Ay, Cielo! ¡Que desgracia! ¡Que dia tan desdichado!
ANGELICA: ¿Que te pasa, Toñita? ¿Por que lloras?
TOÑITA: Tu padre ha... muerto.
ANGELICA: ¿Que dices, Toñita? ¿Ha muerto mi pobre padre?
TOÑITA: Si; velo ahi. Le ha sobrevenido un desfallecimiento y acaba de morir.
ANGELICA: ¡Ah, Dio mio, que desgracia! ¡Que golpe tan cruel para mi! ¡Perder a mi padre, que era todo lo que me quedaba en este mundo! Y perderlo, para mayor dolor mio, cuando yo sabia que estaba enojado conmigo.
CLEANTO: ¿Que te pasa, mi adorada Angelica? ¿Por que lloras?


ANGELICA: Lloro porque he perdido lo mas querido y preciado que tenia en esta vida. Mi buen padre ha muerto.
CLEANTO: ¡Dios mio, que desgracia! ¡Que golpe tan inesperado! Justamente, despues de la peticion que rogue a tu tia le hiciese en mi nombre, venia yo ahora a ver a tu padre, para suplicarle respetuosamente que se dignara concederme tu mano.
ANGELICA: ¡Ah, Cleanto! No hablemos ya de eso. No pensemos mas en nuestro matrimonio. Habiendo perdido a mi padre, no quiero saber ya nada de este mundo y renuncio para siempre a el. (Volviendose hacia Argan, que continua tendido e inmovil) Si, padre mio; si, antes, me resisti a obedecerte, quiero al menos cumplir ahora uno de tus deseos y reparar asi el dolor que me reprocho haberte causado.
CLEANTO: ¡Oh, no! Ya no quiero vivir. ¡Un puñal, Toñita, un puñal!
ANGELICA: (Arrodillandose ante el) Le juro, padre mio, cumplir esta promesa, al abrazarle por ultima vez.
ARGAN: (Incorporandose y abrazando a su hija) ¡Hija mia querida!    
ANGELICA: (Atonita) ¡Ay!
ARGAN: No te asustes, hija mia, ya ves que no he muerto. Si, tu llevas mi sangre, me ha conmovido ver tu buen corazon. (Beralda sale ahora de su escondite)
ANGELICA: ¡Ah, que grata sorpresa! Y ahora, padre mio, puesto que el Cielo ha querido darme la felicidad de verle con vida, permitame que me arrodille ante Ud. para suplicarte algo. Si no quiere acceder a los sentimientos de mi corazon y me niega a Cleanto por esposo, le ruego que no me obligue a casarme con otro. Es la unica merced que le pido.
CLEANTO: (Arrodillandose tambien a los pies de Argan) Por favor, señor, dejase conmover por las suplicas de su hija y por las mias, y no se oponga a los tiernos sentimientos que nos unen.
BERLADA: ¿Sera posible, hermano mio, que te sigas oponiendo?
TOÑITA: ¡Ah, señor! ¿Puede permanecer insensible ante un amor asi?
ARGAN: Que el se haga medico, y accedere a que se casen. (A Cleanto) Si, hazte medico y te otorgare la mano de mi hija.
CLEANTO: Perfectamente, señor. Si solo depende de eso el poder convertirme en su yerno, con el mayor gusto me hara medico e incluso boticario, si lo desea. No hay nada que no este dispuesto a hacer para poder casarme con su encantadora hija.
BERALDA: Se me ocurre una idea, hermano mio. ¿Por que no te hace medico tu mismo? Seria mejor aun para ti, ya que asi no tendrias que depender de nadie y podrias cuidarte a tu gusto.
ARGAN: ¿Es que estoy acaso en edad de ponerme a estudiar?
BERALDA: Eres ya lo bastante sabio en la materia. Conozco muchos medicos que son mucho menos entendidos que tu.
ARGAN: Pero, para ser un buen medico, hay que hablar bien el latin, conocer a fondo las enfermedades y saber aplicarles los remedios pertinentes.
BERALDA: Simplemente con recibir la toga y el birrete de medico, sabras ya todo lo necesario. Y, despues, tu mismo te sentiras mas habil de lo que te imaginabas.
ARGAN: ¡Como! ¿Quieres decir que, tan solo por ponerse esa indumentaria, sabe uno ya como enfentarse con las enfermedades?
BERALDA: Si. Cuando se habla, investido de una toga y un birrete, todo galimatias es sapiencia pura y hasta la mayor necedades la razon misma.
CLEANTO: De todo modos, señor, estoy dispuesto a todo por complacerle.


BERLADA: (A Argan) ¿Accedes entonces a que llevemos a efecto, sin mas dilaciones, la idea que te he sugerido?
ARGAN: ¿Que quieres decir con ese “sin mas dilaciones”?
BERALDA: Que puedes hacerlo ahora mismo si quieres.
ARGAN: ¿Ahora mismo?
BERLADA: Si, y aqui, en tu casa.
ARGAN: ¿En mi casa?
BERALDA: ¿Por que no? Tengo amigos en la Facultad que vendran gustosamente a celebrar aqui la ceremonia de investidura. Y, ademas, lo haran gratuitamente.
ARGAN: Pero yo no sabre que decir ni que contestarles.
BERLADA: Ellos mismo te instruiran sobre el particular. Y te daran tambien, por escrito, cuanto debas decir. Vamos, ve a vestirte convenientemente, mientras yo envio a buscarlos.
ARGAN: Bueno, ya veremos lo que sale de todo esto. (Vase)
CLEANTO: (A Beralda) ¿Que se propone? ¿Que ha querido decir con eso de sus amigos de la Facultad?
TOÑITA: Si. Diganos, señora, lo que ha tramado.
BERALDA: Aprovechar esta ocasion para que nos distraigamos todos un poco. Unos actores han ideado un breve intermedio, cuyo asunto es la ceremonia de recepcion de un medico. Es un intermedio con bailes y musica. Todos nosotros podemos participar en el, y reservo para mi hermano el papel de protagonista.
ANGELICA: Pero, tia, eso es burlarse de la ingenuidad de mi padre.
BERALDA: No, sobrina, nos es burlarse de tu padre, sino acomodarse a sus caprichos. Ademas, todo esto quedara entre nosotros. Podemos, cada uno, elegir el personaje que prefiramos y, asi, sera como si representasemos la mascarada unos para otros. Estamos en Carnaval y la broma es, pues, oportuna. Vamos. Preparemonos todos en seguida.
CLEANTO: (A Angelica) ¿Consientes en ello?
ANGELICA: Puesto que se trata de una idea de mi tia, nada tengo ya que objetar.
   
NUMERO FINAL

TOÑITA: ¡Los señores de la Facultad de Medicina!
BUENAFE: Venimos con buenas nuevas.
ARGAN: ¿A que debo tal honor? Y a tan altas horas...
CORO: ¡Le nombramos doctor!
ARGAN: ¿A mi? ¿A mi? ¿Ami?
BERALDA Y ANGELICA: Usted todo lo sabe.
BUENAFE: Novus Doctor dignus est.
CORO: Dignus est.
TOMAS: A partir de hoy puede recetarse usted mismo.

BUENAFE:Novus Doctor usted puede.
TOÑITA Y BELINA: ¿Quien salva a su propio estomago?
ARGAN: El que come un puñado de esparragos.
BUENAFE: Novus Doctor. Digno señor Argan.
CORO: Digno señor.
TOMAS: Argan.


DIARREICUS Y PURGON: ¿Y por ejemplo? (Le hablan al oido)
ARGAN: Te la pescas y ocho años de purgacion.
CORO: ¡Bravo, bravo! Formidable respuesta.
BUENAFE: Es muy sabio.
CLEANTO: Es incisivo.
ANGELICA: Un cuchillo.
LUISITA Y CLEANTO: Y recibira el grado de:
CORO: ¡Bachiller y medico!
ARGAN: ¡Bailemos y cantemos
CORO: ¡Bravo!
ARGAN: Y si alguien lo necesita, to lo curare.
CORO: ¡Bravo, bravo, bravo!
ARGAN: Y llamen al notario para que mi alegria sea total, te casare, hija tan querida con este amable joven y me has de dar muchos nietos para alegrar los años venideros.
TOÑITA: ¡Brindemos, señor!
CORO: ¡Se ha curado!
ARGAN: Moliere deja la historia aca con el enfermo imaginario recibiendo en una mascarada de carnaval, la mala medicina de la burla a su ingenuidad. Perdonen nuestro atrevimiento, pero nosotros quisimos jugar otro final.


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